(Colaboración en el programa de la Real Feria y Fiestas del Barrio San Francisco de Ronda)
Solo aquí, en el Barrio,
la llegada del otoño se celebra con una fiesta, con una Feria de las antiguas, de
“Real” tildan las crónicas, legendaria, sincera, de hábitos ancestrales y
afectos como la lealtad dorada de los ocasos y los amaneceres plácidos. Junto a
San Francisco, el de Asís, lógico, y es que a cada santo le llega su día de
fiesta; aunque éste, por amable deferencia, abandone su gravedad para asentar
las sandalias en el suelo, arrimar el hombro y sonreírse con todos.
Solo aquí la Feria hace
estremecer la tierra, única, con bullas y cantinelas para evitar los miedos de
los silencios o de las preocupaciones, las insuficiencias del vivir.
Solo aquí la melancolía
se conjuga con luces, cachivaches, coplas, algarabías, copas, devoción, ternura
y pasión. Niños y mayores, adolescentes, reinas y príncipes, en cualquier edad,
quimera y circunstancia. El ánimo siempre denso, contento.
Solo aquí la feria es
conciencia, ensueño, de la sublimidad en el trato de sus vecinos, en el trato
con los demás, descubriendo las manos abiertas sin nada pero invitando a mucho,
para abrir la ventana de la esperanza con la que contrariar la tristeza de las
almas; o acaso era la puerta, la Puerta de Almocábar, pues al franquearla se
trastoca su significado: hacia el envés de una nueva vida, sea esta recogida,
sujeta al amparo de la costumbre, como una prórroga mayor a la inmortalidad del
estío, aquella de las hojas o pentagramas de los árboles de la plaza cuya caída,
cada vez más tarde, añoramos tanto.
Solo aquí la feria del
ganado, con sus reminiscencias de mito otoñal, de jaleos entre animales hoy ausentes,
permanece en el carácter, en refranes que interpretan los nuevos arrieros como
aquel de bestia buena, se vende sin ir a la feria. Bienvenidos a la Tradición. Herencias
que humedecen los ojos, curvan las bocas con una sonrisa delicada.
Solo aquí si cierras los
ojos, sentado o no en los poyetes o en el pretil del pilar, todavía puedes
sentir muy adentro los recuerdos de la infancia, de la mocedad, de sus casas y armonías,
los relatos de las cosas lejanas, de los compromisos, ya que al abrirlos dejan
de tener pasado, pero retienen el presente según cada cual hable de la feria,
según le va en ella.
Solo aquí, en este Barrio
que no deja indiferente a nadie, donde todo es ficticio salvo el argumento, y
porque jamás podrá inventarse, imaginarse un escenario como éste de calles amables,
zaguanes francos y atenciones propia, la Feria, con su derroche generoso, se enciende
como los fanales rutilantes en un desfile de los tiempos, para ilustrarnos de
lo importante, para evitar que olvidemos tantas cosas, más de nuestros
recuerdos; para maravillarnos de la maravilla a los que aquí nos ha tocado
vivir, inconscientes casi en todo momento del hecho, y de acoger a tantos como
sienten y quieren sentirse por vivirla, de vivirlo.
Solo aquí, en estas
fechas medianeras, en esta Feria como extensión de la imaginación y la memoria,
tan asombrosa por no variar ni ensombrecer su esencia, permite del mismo modo ser
una extensión de nosotros mismos, ceporreros e invitados, de asomar y compartir,
sin prejuicios, nuestra autenticidad.
Solo aquí la feria, esta
Feria de San Francisco, no quiere figurantes, quiere amantes. Gente para hallarse
en ella, vivir con ella.
Solo aquí, en el Barrio.
F.J.CALVENTE
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