“Uno de esos seres buenos y estoicos que
tienen una existencia miserable y que, sin embargo, se empeñan en seguir
intuyendo, contra todo pronóstico, la belleza del mundo”
“Instrucciones para salvar el mundo” (Alfaguara, 2008) de Rosa
Montero fue mi última lectura del año. La novela elegida no solo para despedir
el 2017, también para conmemorar la concesión a su autora del prestigioso Premio
Nacional de las Letras Españolas. Por otro lado, no creo que a estas alturas
nadie dude en reconocer y reivindicar a Rosa Montero como una de nuestras
mejores, hábiles y admirables plumas, única en crear de un concepto idealista o
teórico una impecable respuesta artística. No hace falta insistir, pues. Solo,
y siempre, la necesidad de sumergirse en su ficción, disfrutar de la literatura
y de unas historias que miran los tiempos y las pretensiones bajo un singular
caleidoscopio diáfano y atractivo. Con el desafío de esta novela, Rosa Montero
vuelve a conquistarme con su autenticidad narrativa, en una cálida fábula
contemporánea de presión y opresión, de catástrofe y esperanza de la vida.
“No hay mudez más absoluta que la de los
cuerpos desnudos que no son capaces de decirse nada”
Por el escaparate de sus páginas acompañamos a unos personajes inolvidables,
perfectamente caracterizados, muy actuales, desorientados, desarraigados,
solitarios, los que cruzan sus existencias en el dolor, el fracaso o el
sinsentido: un taxista viudo, Matías, un médico apático, Daniel, una prostituta
conformista, Fatma, y una vieja científica desencantada, Cerebro. Y sin embargo,
siquiera con desesperación, ansían la esperanza que los salve y los haga ser
verdaderos en su realidad. Una esperanza intrínseca, y también contingente, o
que la llevan con ellos, como amuletos, como unos apoyos en los que sostener
sus existencias, como los perritos en el caso del taxista, de la lagartija en
otra alegoría de regeneración en Fatma, el juego virtual en el médico, o el
alcohol en Cerebro. El elenco de protagonistas se completa con unos secundarios
que les siguen en su notable nivel de perfilación: Luzbella, la bondadosa
camarera, Draco, el proxeneta, Rashid, el joven marroquí, Manolo el Zurdo, uno
de los gorilas de Draco… Y del mismo modo, la esposa fallecida de Matías, Rita,
por él sabemos que fue una mujer valiente, inteligente, amable; y el asesino en
serie o asesino de la felicidad, un criminal de ancianos a los que deja en sus
rostros, como firma o seña de identidad, una forzada y terrible sonrisa; un actor
del que poco se sabe y de escaso o nulo recorrido en el relato, rareza de la
escritora.
“… el universo tiende a la entropía, hasta
alcanzar un punto de equilibrio en el desorden… Tal vez Dios, si existe, no sea
más que un narrador loco con debilidad por las estructuras circulares, y de ahí
que la existencia consista en salir de la oscuridad para regresar de modo indefectible
a las tinieblas tras chisporrotear un poco por la vida”
Personajes ante los que al lector resulta imposible sustraerse, no
ser empático con sus vidas, con sus relatos magistralmente trazados por la
escritora, y a los que acompaña por las miserias del mundo actual, por las
grandes lacras, por los grandes males que son expuestos quizás de manera
apelotonada y aún suponiendo un esfuerzo de seguir, de atenderlos en su
dimensión y reflexión, pero asimilables: el cambio climático, el terrorismo, la
trata de blancas, el abandono de los suburbios de Madrid, el problema de la
inmigración, de la sanidad pública con sus listas de esperas, el hastío del
personal, la uniformidad del horizonte, una juventud sin principios, lesbianismo,
eutanasia, prostitución, la dependencia de las redes sociales...
“Si los solitarios se juntaban, ¿seguían
siendo solitarios?”
De hecho la narración pivota entre dos ejes existenciales, o polarizados,
entre la maldad y la benevolencia, la indiferencia y la generosidad,… recreados
en esos lapsos de los personajes y en como entrelazan entre ellos el propio mensaje
de la novela, o las instrucciones para salvar el mundo, la respuesta de
regeneración en unas existencias que acaso han tocado fondo y ya lo único que
les queda es salir de éste. Y con todo, de ahí la paradoja, no existen instrucciones
para salvar el mundo, la realidad de cada uno de los protagonistas; porque el
mundo es enorme y complejo y las instrucciones suelen ser sucintas y circunscritas,
por lo que solo queda o les queda quizás seguir el enunciado de la teoría de
Fieldman, explicada por Cerebro a Matías entre otras y en torno al orden del
universo y de las coincidencias como pautas del mismo (“-Ahí está la ley de Kammerer, por ejemplo… Esa ley postula que,
cuando se da una coincidencia, siempre se dan muchas más. Por así decirlo, las
coincidencias coinciden”): recibes de la vida cuanto das a ella. Aquello
que hacemos repercute en uno u otro sentido en los demás, de tal modo que si hacemos
el bien nos hará mejores personas y la posibilidad de encontrar en la realidad
sentidos para vivirla. Cada cual es responsable, entonces, de su propia pérdida
y de su renovación. La necesidad de ser buenas personas.
“Porque siempre está a punto de atardecer en
la vida de los humanos”
Fábula moral, tesis novelada, cuento idealista en relación a un
mundo actual en lucha entre el bien y el mal, con toda su complejidad, con toda
su carga o peso inexplicable, de universos íntimos y personales
interrelacionados, conectados en su proyección hacia la armonía, la felicidad… Historia
con un final llamémosle feliz, inhabitual en estas narraciones urbanas, o mejor
optimista, si bien precipitado, acelerado, y del que a buen seguro sea otro
guiño de Rosa Montero para manifestar cómo las existencias, incluso las más
simples, pueden resultar increíbles, dar un giro completo en cuestión de un
instante, y de cómo las decisiones, las benevolentes sobre todo, por pequeñas
que resulten, por conscientes que sean, provocan auténticas reacciones en
cadena que encierran la salvación o la destrucción definitiva de las personas.
“Todo lo que aprendemos en nuestras breves
vidas no es más que una pizca insustancial arrancada de la enormidad de lo que
nunca sabremos”
Una narración de grata y ligera lectura, con una prosa animada que eleva,
mece y lleva al lector por sus interioridades y escenarios, tan creativos, tan
sentidos, donde encajan a la perfección las ideas, las teorías, con la
reflexión en una trama a su vez turbadora y tierna, como un sutil desgarro en
nuestros interiores que nos impulsa a pensar y a actuar. Otra magnífica novela
de Rosa Montero, indispensable, precisamente, para leer y pensarla.
“Los átomos tardan cierto tiempo en
reciclarse, o sea que tienen que pasar bastantes décadas de la muerte de
alguien para que sus átomos consigan volver a entrar en el circuito; pero se
puede decir que todos los seres humanos que ha habido en la Tierra viven en mí,
y que yo viviré en todos los que vendrán en el futuro. Y en un tallo de hierba
quemado al sol o en el cuerpo acorazado de un escarabajo”.
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