“…
una persona, desee lo que desee, llegue hasta donde llegue, jamás puede dejar
de ser ella misma”
Con el cuento “La chica
del cumpleaños” (Tusquets Editores, 2018) de Haruki Murakami, sucede lo que
siempre sucede con lo mejor de este autor: la sensación profunda de haber
participado, sea con una leída atenta y amena, de algo importante, acaso
trascendente, y de manera contrapuesta a la objetiva superficialidad del
argumento, al vacío o a una trama plana e insustancial, tan insoportablemente
cotidiana, o incluso a un final expectante, satisfactorio, a pesar de su
inconclusión, de su frustración. Tanto que tras la lectura el lector, o yo que lo
comparto, permanece en una abstracción agradable, en una especie de reconcomio,
de hormigueo interior, curioso y considerado, de búsqueda difícil si no por revelar
el sentido, el mensaje de la historia, por sacarle sus formas, sus puntas reunidas
en el deleite, de responder a su dimensión inconclusa, a su realidad abierta, a
todo cuanto permite una vinculación importante con la narración y confirma la experiencia
del escritor en estas breves literaturas.
Sinopsis de “La chica
del cumpleaños”:
“Una joven camarera
cumple veinte años. Pero no pasa ese día rodeada de amigos o celebrando su
cumpleaños en familia: ella tiene que trabajar. Su jefe, el gerente del
restaurante, le pide, además, que lleve la cena al dueño del local. Es algo
nuevo. Y nunca ha visto al propietario.
Con ese misterioso
encargo se inicia este delicioso relato que transcurre como en un sueño.
Soberbiamente ilustrado
por la artista alemana Kat Menschik, el volumen se cierra con un posfacio de
Haruki Murakami, titulado «Mi cumpleaños», en el que repasa los hitos de su
generación, la que creció con el rock’and roll y la rebeldía del 68, y explica qué
significa para él cumplir años.”
El cuento “La chica del
cumpleaños” formaba parte del libro publicado en 1996, “Sauce ciego, mujer
dormida”, incrementado en esta bella edición con una reflexión de lo que para Murakami
representa cumplir años, completado con las sorprendentes ilustraciones de Kat
Menschik. Escrito con sencillez, con esa fluidez descriptiva y comprensiva característica
del autor, y ceñido a lo que podría definirse un misterio psicológico surgido
de la rutina o de lo que encarnaría un día especial, el día en que su
protagonista cumple 20 años, idéntico a una alegoría en torno a una transformación
personal, una imprevista fuga del vacío, de lo rutinario, para trascender a un
nuevo paradigma existencial;
reforzado por el experto cambio o paso de la
persona narrativa, es decir, el movimiento de la tercera a la primera persona
que crea una sensación hipnótica, atrapante y mágica, como la de frotar una
lámpara maravillosa a la espera de que emerja el genio y conceda un deseo, o
tres, manteniéndonos en la extraña sensación, o emoción, o conjetura, de si al
final el genio era la chica, el desconocido, el gerente del restaurante o
nosotros mismos que hemos leído asombrados el cuento, avizores porque el genio
todavía no ha surgido o ya lo ha hecho y hemos perdido su estela y parabién.
La protagonista de la
que no sabemos su nombre, solo que trabaja en un restaurante a tiempo parcial y
cuyo dueño, al que conoce en ese día especial de su cumpleaños y cuando se le
encarga llevarle la comida, éste la invita a pedir un deseo y a concedérselo.
Al final de la narración, atrapados por la incertidumbre, cuando la
protagonista narra el suceso a otro testigo anónimo, ignoramos si el sueño ha
sido otorgado o si bien, en el ensimismamiento al que nos trasporta la lectura,
intentamos desenvolver la naturaleza del anhelo y su consumación o no. De ahí pues
a plantear (a plantearme) la importancia de los deseos, de las ilusiones, de
las expectativas con las que construir el mundo, la realidad; asimismo de la
capacidad de renuncia, del margen de sacrificio que defina la maduración personal;
o de los trazos rigurosos del destino, o tal vez de la oportunidad para
cambiarlos en un momento imprevisto y excepcional; de la aceptación o de la no
aceptación a lo que la propia vida reserva, con todo el manejo de su cuidado,
de su fe, o del acomodo de aquello que se quiere a las circunstancias innatas,
personales… o posiblemente a que el deseo solo sea eso, un deseo.
Un espléndido relato,
con todas las particularidades de la magistral narrativa de Murakami, muy
recomendable, y al que hay que leer despacio, saboreándolo; en el que confluye
el misterio y lo cotidiano, la esencia de lo indefinido, pero desde una
esperanza o fe en los deseos, desde un optimismo que no genera miedo ni fracaso
por el desconocimiento, sino confianza. Indispensable.
“-Claro
que me gustaría ser más guapa, y más inteligente, y rica. Pero si estos deseos
se cumplieran, no puedo ni imaginar qué sería de mí. Tal vez se me escapara
todo de las manos. Yo todavía no sé muy bien de qué va la vida. En serio. No sé
cómo funciona”
No hay comentarios:
Publicar un comentario