Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



domingo, 24 de febrero de 2019

"... (DESDE) TAN ALTO"

"Benditos sean mis ojos
Porque (desde) tan alto miraron."

La foto me llegó no sé por quién, familiar o conocido; no sé cuándo, ayer o incluso mañana (no será por los recónditos vericuetos en los que me gusta inconscientemente adentrarme); sólo y cierto que esta apareció tras el aviso de un whasapp. La fotografía tomada por un dron, esos artefactos aéreos tan modernos y zumbantes como abejorros o la desconfianza, o a bordo de uno de esos anodinos globos (reivindico el colorido de estas pompas de tela en el cielo) que surcan las madrugadas rondeñas con resoplidos malhumorados transgrediendo el silencio de los primeros albores; en un viaje aventurero y romántico como los emprendidos por el Camino Inglés en el XIX, con Demifoff, Disraeli, de Latour, Irving y otros temerarios viajeros por esta abrupta Serranía de Ronda, o los plasmados por Merimée, Ford, Lewis, Blanchard o Doré, o algo, porqué no, de literatura de Poe, Wells y Verne... Ahí, costeando el sesgo bárbaro del abismo del Tajo sobre el que se asienta la ciudad, con sus mitos y velos, sencillez y laberintos, versos y suicidios, de atardeceres más que despertares, de espejos y ecos... Un paisaje que trajo aquellas letras de Julio Cortázar, las de "Mi sufrimiento doblado…" incluido en una póstuma recopilación, agradecido material inédito cosido en un "Papeles Inesperados". Si bien, palabras a las que yo aporté o complementé, no tuve excusa y tal vez sí redención, con un (desde) diferenciador entre paréntesis del resto, prensil y aliviado, supongo que asimismo irreverente. La preposición, el añadido, tal lazarillo para acomodar lo imposible, para atenuar el desgarro, aquel que fuese como la rúbrica de los sinuosos caminos desplegados en la imagen para indicar que aquí las rectas conducen a... ninguna parte; pues para alcanzar su leyenda, su belleza, su libertad, la sublimidad tras sus rutinas, solo hay que sumergirse en los rodeos, recorrer el contorno de las esquinas, a que no dañen las aristas, por los gráciles serpenteos del latido de cuanto no tiene contención al ser el de un universo insólito por su atavismo y cercano por su sentimiento; ni aun (desde) arriba, a través del ojo del dron o insignificantes pero conscientes y aferrados a los mimbres de la barquilla o canasto del globo, puede aprehenderse, ni menos explicarlo, nada de lo que no sea emocionarse, la suerte de sentirse en ello. Quizás un (desde) para que el vértigo no desleyera el poema y leve concibiera la sobrecogedora verticalidad de su síntesis de ciudad alta y también honda, en una escenografía siempre auténtica y disgregadora, alredededor del sufrimiento de una herida que por su tajo y fascinación, nos hace eterna y en ocasiones terriblemente vivos. 



"... (desde) tan alto"
© F.J. Calvente.

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