A veces mostrarse, también es una manera de pasar desapercibido. Una sonrisa es el mejor remedio para sostener el dolor, un drama, la resignación, cansancio, o el fastidio. A la máscara con su textura y oficio. El blanco y negro de estar bien consigo mismo, ese que acaso insinuaría a los otros colores pero a los que negaría con dominio, los que visten la emoción, la reserva, lo vacío y plano desde su ociosa soledad, ese que reclama más agudeza en los contrastes, ese que realzaría los contornos, o de cuanto aún no ha sido. El azogue monocromo, o el "Estoy solo y no hay nadie en el espejo" de Borges. El espejo de unos ojos, ojos que ven y en ocasiones ciegos. No existe consuelo sin quiebra, cicatriz sin herida, confianza sin entrega, calma sin tormenta, fantasía sin sueño, amor sin reflejo... o todo lo contrario. Uno y otro y así tan distintos. Al final, podemos disimular, fingir, mucho más de lo que creemos. Al final, un juego de nada, un retrato en blanco y negro de mí mismo.
«AL FINAL...»
© F.J. Calvente
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