Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 28 de septiembre de 2019

«AL FINAL...»


A veces mostrarse, también es una manera de pasar desapercibido. Una sonrisa es el mejor remedio para sostener el dolor, un drama, la resignación, cansancio, o el fastidio. A la máscara con su textura y oficio. El blanco y negro de estar bien consigo mismo, ese que acaso insinuaría a los otros colores pero a los que negaría con dominio, los que visten la emoción, la reserva, lo vacío y plano desde su ociosa soledad, ese que reclama más agudeza en los contrastes, ese que realzaría los contornos, o de cuanto aún no ha sido. El azogue monocromo, o el "Estoy solo y no hay nadie en el espejo" de Borges. El espejo de unos ojos, ojos que ven y en ocasiones ciegos. No existe consuelo sin quiebra, cicatriz sin herida, confianza sin entrega, calma sin tormenta, fantasía sin sueño, amor sin reflejo... o todo lo contrario. Uno y otro y así tan distintos. Al final, podemos disimular, fingir, mucho más de lo que creemos. Al final, un juego de nada, un retrato en blanco y negro de mí mismo.

«AL FINAL...»
© F.J. Calvente


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