No existe mayor reto, ni complicidad, que escribir en el lienzo infinito de la noche, donde nada permanece, las palabras que durante el día no se dijeron, las letras apagadas por el miedo; las que al fin despiertan en el silencio de unas piedras, en casas como la quilla de un barco fantasma a la deriva, suspendidas en un abismo abierto de versos inconclusos, en la viñeta de un puente entre mundos compenetrados y entonces completos, entintado de sombras legendarias, más íntimas allí, tras un descubierto de sigilosos pasos al viento, bajo aquella hilera de arcos adonde, en ocasiones, ruedan milagros en equilibrio junto a esas letras que no son estas, o acaso alguna vez lo fueron, o yacerán en un mañana incierto; las que atesoran, en su reto, en su complicidad, el desciframiento de un misterio. El misterio de un reencuentro, en esta noche honda, redonda, de ronda en Ronda, o en lo que siempre será la enriscada levedad de un sueño.
"Escribo palabras que no se dijeron"
© F.J. Calvente
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