"El monstruo había huido por el caño de desagüe, también como los gatos o como los presidiarios, que serían capaces de escalar el cielo valiéndose de un caño de lluvia."
De "El fantasma de la ópera", de Gastón Leroux.
Y digo yo:
No ha llovido lo suficiente para limpiar el ambiente de tanto desatino e impureza. Si bien, ha llovido lo suficiente para convencernos de que para asentar lo nuevo es necesario deshacerse de lo viejo, de lo inservible y sucio por usos, abusos y desusos. Nuevos tiempos, caras, proyectos, fatuos vídeos o mascaradas, compromisos o incluso promesas no pueden construirse con fórmulas viejas y más con aquellas que demostraron su ineficacia o inutilidad. Desocupar para ocupar. Salir para dejar entrar. Al hilo, siguen los políticos mostrándose emboscados y sobreactuados, grey de aquí, y a estas alturas ridículos por inmaduros, sí, lo que después de tanto tiempo supone otro problema de orden más químico que social; siguen sin ser sinceros, ni honestos, por no mostrar, entre otros aspectos y contextos, cuanto de modo inveterado han o nos han ocultado: la trastienda de la política o, más apropiado, de su forma de efectuarla; la digestión, las cañerías, el proceso intestinal de la gestión o disimulo, los desagües, no solo para eliminar lo caduco y residual, sino para limpiar el interior para que continúe siendo vivo y tal vez diligente y servicial. Los de la orilla derecha siguen confiando en la sequía que les olvide y nos olvide de un estreñimiento y atoro ya con signos crónicos; los de la otra orilla (con honrosas excepciones) aún continúan en su deglución perdurable y vicaria, ni aún por el mucho ardor o reflujo que les cause y nos cause el mazacote reiterativo sin digerir e ínsipido. Entretanto, ayer mismo, unos han estado más espabilados que los otros o estos han agotado sus recurridos y frívolos recursos o trampantojos (prepotencia, descaro, victimismo y ataque con medias verdades al contrario y próximo), pillados en su ineptitud y cinismo; ahora en la polémica de una eugenesia turística y de apariencias a través de un holocausto felino o gatuno. Gatos a los que algunos munícipes diestros han responsabilizado del consumo, y basuras, de las latas de refrescos y alcohol y de una variedad importante de plásticos de golosinas y comidas y colillas esparcidos por la cornisa y jardines del Tajo. Obtusos. (¿Dónde fueron los gatos de la Alameda, junto a la Casa de la Cultura?). Gatos que han "escalado el cielo" en una "solución final" administrativa. Pobres y pacíficos animales.
Hoy ha llovido, algo, lo cual ha permitido limpiar la ciudad de sucias y empecinadas costras, pocas. Sin embargo, no ha llovido lo suficiente para irrigar a cierta conciencia cívica o política, a una y otra orilla del espectro, y especialmente para que los gatos huyeran de la muerte por un caño de desagüe.
"DESAGÜE"
F.J. Calvente.
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