“La tragedia del hombre es que no puede disponer de su vida”
Para este humilde reseñista,
apasionado de la lectura y de compartir con vosotros las impresiones de lo que
lee, la objetividad es tan imposible como objetiva pueda ser la literatura, la
de mentir bien la verdad como dijera Onetti, y es que lo que a unos fascina a
otros desprecia. Sin embargo, créanme, suelo ser en mis críticas literarias (con
perdón por la palabra) todo lo imparcial que puedo, en especial sobre
estilismo, lo cual no deja de ser fácil. Y más difícil aún, por supuesto, bosquejar
la reseña de un libro escrito por alguien a quien quiero. Antonio Mena
Guerrero, autor de este “El ocaso de los Tejaca” (Atlantis, 2015), tercera
parte de la trilogía “Los Tejaca”, es mi tío. Y con toda la objetividad con la
que me invisto al escribir estas líneas, dicho sea de paso en la que para nada
interviene la parentela, del mismo modo mueve a mi desencanto, indignación;
porque, dado el panorama literario, dadas ciertas ventas de determinado
producto, la popularidad de otros infumables, no se explica cómo este caso, sí,
el de la narrativa de Antonio Mena, tan comprometida, interesante, rigurosa, amena,
no tenga la proyección y atención que merecería por el interés y calidad de su
prosa, por su compromiso, por su devoción por las letras, jamás obligación.
Dicho esto, de justicia hacerlo, y sin ningún fundamento personal que lo
promueva, este final para la trilogía de “Los Tejaca”, tras “La llamada de los
ascendientes” y “La voz de los Tejaca”, depara una trama de amor y desamor que
trasciende a lo anímico o amoroso para incorporarse en alteración reflexiva de
la historia, de la política, en los cambios de un mundo desde la perspectiva
urbana de la ciudad de Málaga y que no corren por las esperanzas, luchas y sacrificios
puestos en ellos. Un argumento que discurre en la década de 1972 a 1982, el
final del franquismo y la transición democrática española, y, según palabras de
Antonio Font, su protagonista:
“Ahora recuerdo aquellos días como una niebla de imágenes y conversaciones
distorsionadas por las emociones políticas, pero también por las amorosas,
donde se mezclan los acontecimientos con las fechas sin una cronología
ordenada, como a ráfagas”
Nos dice la sinopsis editorial:
“Es una novela urbana que narra diez años de la vida de su protagonista,
Antonio Font, activista del PCE de Málaga en el contexto de los últimos años
del franquismo y de la transición.
A lo largo de la novela hay un continuo conflicto entre el deseo y el
deber; entre el amor, los traumas de unos y otros, y la rutina matrimonial.
También se vislumbra una decadencia política y ética en un mundo cada vez más
vano y apartado de los ideales que surgieron en la lucha contra el franquismo.
Gumersindo Casquero, un loco-cuerdo con una trágica historia sobre sus
espaldas, se convierte en la conciencia de Antonio y en su protector. A veces
se constituye en juez, vengador y dios.
Es un libro que compromete el futuro político de los españoles y se
adelanta a la época actual de desesperanza, necedad y corrupción, envuelta en
nostalgias de otros tiempos más difíciles, pero de mejores valores.”
“Con tantos recuerdos tristes sentí pena de lo que fui y de lo que
era…”
El registro de este “El ocaso de
los Tejaca” es distinto al de las anteriores partes de la trilogía, el primero
misterioso y oscuro, el segundo de pintoresquismo novelesco, y este, aunque
manteniendo su esencia costumbrista, mas realista en sus análisis, bastante
psicológico, llamémosle así, más interesado en las reflexiones y estado
emocional de sus protagonistas, condicionados en cierta manera por la realidad
histórica en la que viven. Amistad, compañerismo, amor, responsabilidad, deber,
deseo, política, ideales, envidia, temor, locura, infidelidad… muerte. Los
personajes, a medida que transcurre el tiempo por las páginas de los tres
volúmenes, cambian su sensibilidad, su opinión, su carácter, la lógica
evolución de unas actitudes, de una semblanza del lapso histórico desde la descripción
de la realidad malagueña a lo más íntimo de la vida de sus personajes.
“- … Mira, Antonio, sé exactamente qué clase de persona eres: un
fanfarrón, un iluso jactancioso que se cree el ombligo del Universo. No, amigo,
sólo eres un vago que malvive de palabras; y para colmo, tus escritos nada más
rezuman tristeza, amargura, porque en el fondo eres un solitario amargado, un
soñador que vuela tan alto que no ve lo que hay en el suelo. Tu problema es que
aún no te has enfrentado al mundo. He intentado ayudarte, guiarte por el buen
camino, pero tus malditos genitales se imponen siempre a tu cerebro. Sin
embargo, y a pesar de lo dicho, eres un buen tipo que merece mi incondicional
apoyo… Lo peor de todo, amigo Antonio, es que se me acaba el tiempo”
En palabras de otro personaje,
Gumersindo, tenemos a éste, a Antonio Font, protagonista principal y narrador
en primera persona, escritor, militante y activista del Partido Comunista en
Málaga; y Teresa Tejaca, abogado laborista, desafortunadamente con un papel muy
secundario en esta última parte, también decepcionante. Recordemos que ambos,
Antonio y Teresa, descendientes de la familia Tejaca, se conocen y enamoran en
Távora del Rey (ficticia población malagueña que puede identificarse con Cañete
la Real) Luego, en esta tercera parte, Málaga en la década 1972-1982, el
matrimonio entra en una situación para la que no hay vuelta atrás, o enmienda,
en el que la rutina de la pareja, motivada por la naturaleza infiel de Antonio,
quien deja un reguero pasmoso de amantes, Cristina, Alicia Castroviejo,
Magdalena Chacón…, soportado por su mujer con resignación vehemente, asimismo determinada
por la conducta soñadora y ciertamente frágil de Antonio Font, conflictiva, absorbido
por su trabajo e ideales, y junto al trauma arrastrado por Teresa que se recrudece
en estas dolorosas situaciones hasta bordear la locura, ella fue violada por su
hermano en un volumen anterior, establecen una tensión asfixiante entre aquel
deseo y deber, amor y responsabilidad, complicada con el nacimiento de
Cristóbal, hijo de la pareja, y otros acontecimientos extraordinarios que
influyen decididamente en la relación y en una sociedad, en una realidad
convulsionada por las postrimerías del franquismo y las esperanzas rotas de la
transición política. Al hablar de los personajes de la novela, ineludible
destacar el papel de Gumersindo, tan reivindicado por los lectores en el
anterior ejemplar, “La voz de los Tejaca”, y al que el autor concede el
protagonismo relegado de aquella en esta última parte. Gumersindo Casquero
Aguado, el loco-cuerdo, sombra, protector y conciencia de Antonio Font, fiel a
su amigo aunque no soporte sus infidelidades; un personaje sensacional, de
sólidos principios a pesar de su extravagancia, y de sorprendente trayectoria
en esta historia, quien aparece ya en las primeras páginas internado en el psiquiátrico
del Hospital Civil de Málaga. Y la aparición de un personaje indispensable, con
escaso recorrido pero presente, con personalidad, con atractivo, influyente… María…
“-El amor no se acaba, aunque no se vea a la persona amada; por el
contrario, quizá aumente por hacerse más doloroso”
Aseguraba con razón Camilo José
Cela que “La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta
notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir” Y Antonio
Mena Guerrero, en este colofón a la trilogía de “Los Tejaca”, traza con
maestría, casi disecciona, este período tan incierto y complejo de nuestra Historia,
de la dictadura de un Franco moribundo al nacimiento de la democracia en una
transición política enmarañada, oscura, peligrosa y puesto que el aparato
franquista todavía estaba muy presente en las instituciones y en la mente de
sus cargos. Por sus páginas recorremos hitos importantes del periodo no solo en
Málaga, manifestaciones, clandestinidad política, etc, sino por algunos de los
episodios fundamentales de la Historia de España: el problema del Sahara
Occidental, la ejecución de los cinco asesinos de ETA que conllevó a la
expulsión del país de la ONU, el diferido fallecimiento de Franco, el luctuoso
anuncio de Arias Navarro, la incertidumbre de la transición, las primeras
elecciones generales, la presidencia de Adolfo Suarez, el golpe de Estado de
Tejero…
“-... en estos tiempos nuevos que están llegando tan deprisa, pero con
tanta tardanza, sólo cabe pensar en la esperanza de lo que ha de venir y no en
los malos presentimientos que acuden para atemorizarnos.”
Tan contrario de las
catalogaciones, admitiré esta obra de novela urbana, aunque sea en su margen
etimológico o el distintivo de trazar en lo urbano una concepción del mundo a
través de la literatura. Antonio Mena consigue, dada la dificultad, de
ensamblar con habilidad el panorama de unos tiempos sociales convulsos, equívocos,
los de la transición de la dictadura a la democracia, con la intimidad de sus
personajes, y las reflexiones acerca de una diversidad de elementos universales,
vitales o existenciales. Alcanza su madurez narrativa en todos estos detalles
en los que explora el tiempo cotidiano, e histórico, de la ciudad de Málaga,
¿Quién dijo aquello de que no hay ciudad sin historia, ni historia sin ciudad?,
en una extrapolación de la realidad del país, para crear o añadir imaginarios
personales, de igual manera urbanos, bastante conseguidos y dinámicos. De
hecho, los cambios sociales, políticos, tienen en las ciudades, el escenario idóneo
en los que advertir su dimensión y, en este caso, la crisis existencial de los
españoles en la nueva realidad aún dominada por usos y hábitos anteriores que
tenían que ser sustituidas por la desnudez de los nuevos. Un texto bien
estructurado, solvente, decidido, entretenido, de prosa ágil y correcta; de
acuerdo, y no es un pero, que chirría un tanto la erudición de sus diálogos, transgrede
el propio costumbrismo de su estilo, y con los que, no obstante, se es
condescendiente por su contenido y licencia literaria. Un texto para entender,
o para no olvidar, un plazo histórico, con sus espacios, las calles, la poética
de los sentimientos, de las impresiones, del deber o el deseo, la geografía
urbana e histórica; y de la misma manera es un texto para pensar en
comportamientos, filosofías, moralidad, espiritualidad y política. Antonio
Mena, maestro aquí, en esta novela urbana, de hacer de la multiplicidad, de los
universos interiores y colectivos, de las formas cambiantes dentro y fuera, de
su trama turbia y oscura, una confluencia interesante y atractiva.
“La leyenda está arruinada, pero ahora el tiempo sin memoria es más
nuestro”
Por otro lado, y no por ello
accesorio, creo que son dos las palabras que más se repiten en la novela:
esperanza y desencanto. Antonio Mena Guerrero, y creo haber mencionado ya de
cierta trasgresión en el costumbrismo de su estilo, enjuicia o no disimula la
reflexión o el ideal denostado en esa importante época histórica de la
transición política. Siguiendo la línea de otros autores, llámense Muñoz
Molina, Santos Juliá, o Javier Cercas, ahí es nada, o los últimos trabajos de
Reig, Prado, Orejudo o Martínez de Pisón, el autor de “El ocaso de los Tejaca”
destila en su narración un amargor desnudo, un desengaño a la esperanza de
tantos años de lucha y sacrificios antifranquistas. Incluso, y es una opinión
muy personal, observo en la personalidad de Antonio Font, del protagonista
principal, no solo ya una metáfora de la fragilidad de los tiempos, sino un
narcisismo que se contagió a todo el entramado de la transición a la democracia.
Un entramado, de ahí la desesperanza, erigido sobre una gran mentira, o dada la
diversidad de sus facetas en una gran mentira colectiva emanada de muchas
mentiras individuales; y no, precisamente, la farsa de un “pacto del olvido”
para garantizar la convivencia e institucionalizar la impunidad entre la
derecha hereditaria y la izquierda desengañada. Antonio Mena no se arredra en
esta cuestión y expone con valentía su paradigma, quizás el empeño ideológico, el
color de aquella antigua esperanza, y la atribulación por la desilusión.
“Pero el mundo cambiaba, también nosotros cambiábamos con él, más para
bien que para mal. No obstante, algunos exiliados creían que todo seguía igual,
habían regresado con el empeño de recuperar lo extraviado, lo robado en una guerra;
volvían con la esperanza de recuperar el tiempo, como si éste fuese
recuperable; como si las personas, las ciudades, los países, no cambiasen; como
si las ideas y políticas no evolucionasen, como si todo se hubiese estancado en
1939”
“El ocaso de los Tejaca”, una
historia documentada, un enfoque creíble y ameno de un momento histórico
fundamental en la Historia de España; aderezada por el amor, la infidelidad, la
infelicidad, la traición, el desengaño, y, reitero de la sinopsis editorial, la
decadencia política y ética en un mundo cada vez más vano y apartado de los
ideales que surgieron en la lucha contra el franquismo. Un ponderado esfuerzo
para entender, y no olvidar, las vicisitudes y ambientes de ese momento de la
transición política de la dictadura a la democracia, para comprender nuestro
devenir actual y el futuro inmediato. Y, además, una historia muy bien escrita,
con numerosas reflexiones que removerán la conciencia del lector y al que no
dejarán indiferente. Una novela, objetivamente, muy recomendable.
“Con los ojos entrecerrados, entre un matiz retador y amargo, pienso,
este país necesita más reconciliación y modernización que encanallamiento, la
política es una hipocresía organizada, una mentira disfrazada de bellas
palabras y aceptada socialmente como necesaria. Aún en mi memoria y en mis
párpados laten aquellos paraísos perdidos, aquellas palabras locas, aquel ansia
de cambiar el mundo. Qué decepción. Qué ruina”
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias, Paco, por tu reseña a mi última novela. Me ha gustado mucho, porque haces un análisis serio, objetivo, completo y profundo de los personajes y circunstancias históricas. Estoy de acuerdo con tus pinceladas de crítica literaria. Se nota tu ya larga experiencia en esta tarea. También me han gustado los párrafos que has elegido de "El ocaso de los Tejaca". En fin, que con comentarios como éste, da gusto escribir. Un abrazo.
EliminarSolo he hecho evidente una muy buena novela. Gracias
EliminarSolo he hecho evidente una muy buena novela. Gracias
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