Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 13 de julio de 2016

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El ocaso de los Tejaca" de Antonio Mena Guerrero

“La tragedia del hombre es que no puede disponer de su vida”



Para este humilde reseñista, apasionado de la lectura y de compartir con vosotros las impresiones de lo que lee, la objetividad es tan imposible como objetiva pueda ser la literatura, la de mentir bien la verdad como dijera Onetti, y es que lo que a unos fascina a otros desprecia. Sin embargo, créanme, suelo ser en mis críticas literarias (con perdón por la palabra) todo lo imparcial que puedo, en especial sobre estilismo, lo cual no deja de ser fácil. Y más difícil aún, por supuesto, bosquejar la reseña de un libro escrito por alguien a quien quiero. Antonio Mena Guerrero, autor de este “El ocaso de los Tejaca” (Atlantis, 2015), tercera parte de la trilogía “Los Tejaca”, es mi tío. Y con toda la objetividad con la que me invisto al escribir estas líneas, dicho sea de paso en la que para nada interviene la parentela, del mismo modo mueve a mi desencanto, indignación; porque, dado el panorama literario, dadas ciertas ventas de determinado producto, la popularidad de otros infumables, no se explica cómo este caso, sí, el de la narrativa de Antonio Mena, tan comprometida, interesante, rigurosa, amena, no tenga la proyección y atención que merecería por el interés y calidad de su prosa, por su compromiso, por su devoción por las letras, jamás obligación. Dicho esto, de justicia hacerlo, y sin ningún fundamento personal que lo promueva, este final para la trilogía de “Los Tejaca”, tras “La llamada de los ascendientes” y “La voz de los Tejaca”, depara una trama de amor y desamor que trasciende a lo anímico o amoroso para incorporarse en alteración reflexiva de la historia, de la política, en los cambios de un mundo desde la perspectiva urbana de la ciudad de Málaga y que no corren por las esperanzas, luchas y sacrificios puestos en ellos. Un argumento que discurre en la década de 1972 a 1982, el final del franquismo y la transición democrática española, y, según palabras de Antonio Font, su protagonista:

“Ahora recuerdo aquellos días como una niebla de imágenes y conversaciones distorsionadas por las emociones políticas, pero también por las amorosas, donde se mezclan los acontecimientos con las fechas sin una cronología ordenada, como a ráfagas”

Nos dice la sinopsis editorial: “Es una novela urbana que narra diez años de la vida de su protagonista, Antonio Font, activista del PCE de Málaga en el contexto de los últimos años del franquismo y de la transición.
   A lo largo de la novela hay un continuo conflicto entre el deseo y el deber; entre el amor, los traumas de unos y otros, y la rutina matrimonial. También se vislumbra una decadencia política y ética en un mundo cada vez más vano y apartado de los ideales que surgieron en la lucha contra el franquismo.
   Gumersindo Casquero, un loco-cuerdo con una trágica historia sobre sus espaldas, se convierte en la conciencia de Antonio y en su protector. A veces se constituye en juez, vengador y dios.
   Es un libro que compromete el futuro político de los españoles y se adelanta a la época actual de desesperanza, necedad y corrupción, envuelta en nostalgias de otros tiempos más difíciles, pero de mejores valores.”

“Con tantos recuerdos tristes sentí pena de lo que fui y de lo que era…”

El registro de este “El ocaso de los Tejaca” es distinto al de las anteriores partes de la trilogía, el primero misterioso y oscuro, el segundo de pintoresquismo novelesco, y este, aunque manteniendo su esencia costumbrista, mas realista en sus análisis, bastante psicológico, llamémosle así, más interesado en las reflexiones y estado emocional de sus protagonistas, condicionados en cierta manera por la realidad histórica en la que viven. Amistad, compañerismo, amor, responsabilidad, deber, deseo, política, ideales, envidia, temor, locura, infidelidad… muerte. Los personajes, a medida que transcurre el tiempo por las páginas de los tres volúmenes, cambian su sensibilidad, su opinión, su carácter, la lógica evolución de unas actitudes, de una semblanza del lapso histórico desde la descripción de la realidad malagueña a lo más íntimo de la vida de sus personajes.

“- … Mira, Antonio, sé exactamente qué clase de persona eres: un fanfarrón, un iluso jactancioso que se cree el ombligo del Universo. No, amigo, sólo eres un vago que malvive de palabras; y para colmo, tus escritos nada más rezuman tristeza, amargura, porque en el fondo eres un solitario amargado, un soñador que vuela tan alto que no ve lo que hay en el suelo. Tu problema es que aún no te has enfrentado al mundo. He intentado ayudarte, guiarte por el buen camino, pero tus malditos genitales se imponen siempre a tu cerebro. Sin embargo, y a pesar de lo dicho, eres un buen tipo que merece mi incondicional apoyo… Lo peor de todo, amigo Antonio, es que se me acaba el tiempo”

En palabras de otro personaje, Gumersindo, tenemos a éste, a Antonio Font, protagonista principal y narrador en primera persona, escritor, militante y activista del Partido Comunista en Málaga; y Teresa Tejaca, abogado laborista, desafortunadamente con un papel muy secundario en esta última parte, también decepcionante. Recordemos que ambos, Antonio y Teresa, descendientes de la familia Tejaca, se conocen y enamoran en Távora del Rey (ficticia población malagueña que puede identificarse con Cañete la Real) Luego, en esta tercera parte, Málaga en la década 1972-1982, el matrimonio entra en una situación para la que no hay vuelta atrás, o enmienda, en el que la rutina de la pareja, motivada por la naturaleza infiel de Antonio, quien deja un reguero pasmoso de amantes, Cristina, Alicia Castroviejo, Magdalena Chacón…, soportado por su mujer con resignación vehemente, asimismo determinada por la conducta soñadora y ciertamente frágil de Antonio Font, conflictiva, absorbido por su trabajo e ideales, y junto al trauma arrastrado por Teresa que se recrudece en estas dolorosas situaciones hasta bordear la locura, ella fue violada por su hermano en un volumen anterior, establecen una tensión asfixiante entre aquel deseo y deber, amor y responsabilidad, complicada con el nacimiento de Cristóbal, hijo de la pareja, y otros acontecimientos extraordinarios que influyen decididamente en la relación y en una sociedad, en una realidad convulsionada por las postrimerías del franquismo y las esperanzas rotas de la transición política. Al hablar de los personajes de la novela, ineludible destacar el papel de Gumersindo, tan reivindicado por los lectores en el anterior ejemplar, “La voz de los Tejaca”, y al que el autor concede el protagonismo relegado de aquella en esta última parte. Gumersindo Casquero Aguado, el loco-cuerdo, sombra, protector y conciencia de Antonio Font, fiel a su amigo aunque no soporte sus infidelidades; un personaje sensacional, de sólidos principios a pesar de su extravagancia, y de sorprendente trayectoria en esta historia, quien aparece ya en las primeras páginas internado en el psiquiátrico del Hospital Civil de Málaga. Y la aparición de un personaje indispensable, con escaso recorrido pero presente, con personalidad, con atractivo, influyente… María…

“-El amor no se acaba, aunque no se vea a la persona amada; por el contrario, quizá aumente por hacerse más doloroso”

Aseguraba con razón Camilo José Cela que “La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir” Y Antonio Mena Guerrero, en este colofón a la trilogía de “Los Tejaca”, traza con maestría, casi disecciona, este período tan incierto y complejo de nuestra Historia, de la dictadura de un Franco moribundo al nacimiento de la democracia en una transición política enmarañada, oscura, peligrosa y puesto que el aparato franquista todavía estaba muy presente en las instituciones y en la mente de sus cargos. Por sus páginas recorremos hitos importantes del periodo no solo en Málaga, manifestaciones, clandestinidad política, etc, sino por algunos de los episodios fundamentales de la Historia de España: el problema del Sahara Occidental, la ejecución de los cinco asesinos de ETA que conllevó a la expulsión del país de la ONU, el diferido fallecimiento de Franco, el luctuoso anuncio de Arias Navarro, la incertidumbre de la transición, las primeras elecciones generales, la presidencia de Adolfo Suarez, el golpe de Estado de Tejero…

“-... en estos tiempos nuevos que están llegando tan deprisa, pero con tanta tardanza, sólo cabe pensar en la esperanza de lo que ha de venir y no en los malos presentimientos que acuden para atemorizarnos.”

Tan contrario de las catalogaciones, admitiré esta obra de novela urbana, aunque sea en su margen etimológico o el distintivo de trazar en lo urbano una concepción del mundo a través de la literatura. Antonio Mena consigue, dada la dificultad, de ensamblar con habilidad el panorama de unos tiempos sociales convulsos, equívocos, los de la transición de la dictadura a la democracia, con la intimidad de sus personajes, y las reflexiones acerca de una diversidad de elementos universales, vitales o existenciales. Alcanza su madurez narrativa en todos estos detalles en los que explora el tiempo cotidiano, e histórico, de la ciudad de Málaga, ¿Quién dijo aquello de que no hay ciudad sin historia, ni historia sin ciudad?, en una extrapolación de la realidad del país, para crear o añadir imaginarios personales, de igual manera urbanos, bastante conseguidos y dinámicos. De hecho, los cambios sociales, políticos, tienen en las ciudades, el escenario idóneo en los que advertir su dimensión y, en este caso, la crisis existencial de los españoles en la nueva realidad aún dominada por usos y hábitos anteriores que tenían que ser sustituidas por la desnudez de los nuevos. Un texto bien estructurado, solvente, decidido, entretenido, de prosa ágil y correcta; de acuerdo, y no es un pero, que chirría un tanto la erudición de sus diálogos, transgrede el propio costumbrismo de su estilo, y con los que, no obstante, se es condescendiente por su contenido y licencia literaria. Un texto para entender, o para no olvidar, un plazo histórico, con sus espacios, las calles, la poética de los sentimientos, de las impresiones, del deber o el deseo, la geografía urbana e histórica; y de la misma manera es un texto para pensar en comportamientos, filosofías, moralidad, espiritualidad y política. Antonio Mena, maestro aquí, en esta novela urbana, de hacer de la multiplicidad, de los universos interiores y colectivos, de las formas cambiantes dentro y fuera, de su trama turbia y oscura, una confluencia interesante y atractiva.

“La leyenda está arruinada, pero ahora el tiempo sin memoria es más nuestro”

Por otro lado, y no por ello accesorio, creo que son dos las palabras que más se repiten en la novela: esperanza y desencanto. Antonio Mena Guerrero, y creo haber mencionado ya de cierta trasgresión en el costumbrismo de su estilo, enjuicia o no disimula la reflexión o el ideal denostado en esa importante época histórica de la transición política. Siguiendo la línea de otros autores, llámense Muñoz Molina, Santos Juliá, o Javier Cercas, ahí es nada, o los últimos trabajos de Reig, Prado, Orejudo o Martínez de Pisón, el autor de “El ocaso de los Tejaca” destila en su narración un amargor desnudo, un desengaño a la esperanza de tantos años de lucha y sacrificios antifranquistas. Incluso, y es una opinión muy personal, observo en la personalidad de Antonio Font, del protagonista principal, no solo ya una metáfora de la fragilidad de los tiempos, sino un narcisismo que se contagió a todo el entramado de la transición a la democracia. Un entramado, de ahí la desesperanza, erigido sobre una gran mentira, o dada la diversidad de sus facetas en una gran mentira colectiva emanada de muchas mentiras individuales; y no, precisamente, la farsa de un “pacto del olvido” para garantizar la convivencia e institucionalizar la impunidad entre la derecha hereditaria y la izquierda desengañada. Antonio Mena no se arredra en esta cuestión y expone con valentía su paradigma, quizás el empeño ideológico, el color de aquella antigua esperanza, y la atribulación por la desilusión.

“Pero el mundo cambiaba, también nosotros cambiábamos con él, más para bien que para mal. No obstante, algunos exiliados creían que todo seguía igual, habían regresado con el empeño de recuperar lo extraviado, lo robado en una guerra; volvían con la esperanza de recuperar el tiempo, como si éste fuese recuperable; como si las personas, las ciudades, los países, no cambiasen; como si las ideas y políticas no evolucionasen, como si todo se hubiese estancado en 1939”


“El ocaso de los Tejaca”, una historia documentada, un enfoque creíble y ameno de un momento histórico fundamental en la Historia de España; aderezada por el amor, la infidelidad, la infelicidad, la traición, el desengaño, y, reitero de la sinopsis editorial, la decadencia política y ética en un mundo cada vez más vano y apartado de los ideales que surgieron en la lucha contra el franquismo. Un ponderado esfuerzo para entender, y no olvidar, las vicisitudes y ambientes de ese momento de la transición política de la dictadura a la democracia, para comprender nuestro devenir actual y el futuro inmediato. Y, además, una historia muy bien escrita, con numerosas reflexiones que removerán la conciencia del lector y al que no dejarán indiferente. Una novela, objetivamente, muy recomendable.


“Con los ojos entrecerrados, entre un matiz retador y amargo, pienso, este país necesita más reconciliación y modernización que encanallamiento, la política es una hipocresía organizada, una mentira disfrazada de bellas palabras y aceptada socialmente como necesaria. Aún en mi memoria y en mis párpados laten aquellos paraísos perdidos, aquellas palabras locas, aquel ansia de cambiar el mundo. Qué decepción. Qué ruina”

4 comentarios:

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    1. Muchas gracias, Paco, por tu reseña a mi última novela. Me ha gustado mucho, porque haces un análisis serio, objetivo, completo y profundo de los personajes y circunstancias históricas. Estoy de acuerdo con tus pinceladas de crítica literaria. Se nota tu ya larga experiencia en esta tarea. También me han gustado los párrafos que has elegido de "El ocaso de los Tejaca". En fin, que con comentarios como éste, da gusto escribir. Un abrazo.

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    2. Solo he hecho evidente una muy buena novela. Gracias

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    3. Solo he hecho evidente una muy buena novela. Gracias

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